Por Oscar Lamberto | Es parte de nuestra cultura, la vocación por ser los primeros en todo, la calle más larga, la avenida más ancha, la cuarentena interminable, el estancamiento más prolongado, la pobreza que crece con la forma de un serrucho durante medio siglo.
Cuando leíamos a Mafalda en las tiras diarias, conocimos los nombres de los líderes de la revuelta en París de Mayo del 68 , nos emocionábamos con los movimientos de liberación del tercer mundo y discutíamos si era mejor el foco revolucionario o la insurrección popular en interminables asambleas universitarias, época que comenzaba la conversión masiva de jóvenes al peronismo, la pobreza en la Argentina era menos del cinco por ciento.
Antes que comenzara la pandemia la pobreza se había multiplicado por siete y en la post pandemia se prevé un fuerte crecimiento. Hace cincuenta años no existían planes sociales, la gente vivía del trabajo, hoy más de la mitad de la población recibe algún plan del gobierno.
Los planes cosifican la pobreza, terminan condenado a grandes franjas de la población a la exclusión eterna. La dictadura militar fue un hito nefasto, con desaparición forzada de miles de jóvenes, destrucción de la Argentina Industrial y del trabajo, reemplazando el trabajo fabril por el cuentapropismo, además el endeudamiento externo que condicionó nuestro desarrollo futuro.
Los militares se fueron hace cuatro décadas, dos tercios de los gobiernos de ese periodo fueron peronistas con sus distintos matices, el resto variantes del radicalismo. Es hora de hacernos cargo de nuestra responsabilidad histórica y asumir los errores, sin renegar de la pasión con que asumimos nuestra militancia.
Tanto el sector pro Estado como el más pro mercado, que conviven en el peronismo, fueron impotentes para lograr objetivos que países con menos recursos lograron: vivir sin inflación, crecer, ahorrar, invertir, generar empleo, movilidad social ascendente, postulados todos de la doctrina peronista originaria.
La historia nos pone ante un terrible desafío, a la crisis existente al comienzo del gobierno hay que sumar los daños inconmensurables que dejará la pandemia. Un Estado quebrado, sin crédito, sin moneda, con miles de quiebras, cierre de comercios, con desempleo inevitable y paradójicamente más planes.
Por dónde empezar y hacia dónde ir, es el desafío que debe plantear la dirigencia que debe conducir este crítico momento.
Un nuevo Estado es un pre-requisito para comenzar la marcha, un Estado con más demandas que recursos. Debe ser austero, pero con suficiente poder para fijar prioridades, volver a tener moneda, un profundo cambio tributario que sirva para alentar la inversión productiva que genere empleos.
Política poblacional que aliente la desconcentración de los grandes conglomerados urbanos, la construcción de viviendas dignas y los servicios sanitarios básicos es además una de las principales fuentes de trabajo.
Los sectores menos castigados por la pandemia son el sector agroindustrial, la minería, incluyendo petróleo y gas, y los productos de las economías regionales. Son el motor para mover la economía, hay que alentarlos y despojarse de anteojeras políticas.
Existen ahorros líquidos importantes en el sector privado, en el colchón, en el extranjero, en los bancos, en bonos y acciones, históricamente se ha comprobado que si existe seguridad y oportunidad de inversión esos capitales se movilizan, cuando ocurre lo contrario se fugan. Ese fenómeno fue visible al comienzo y al final de la convertibilidad.
Aunque pareciera un objetivo del siglo diecinueve hay volver al ferrocarril, si se hizo en un país que no tenía nada y fue una epopeya, se puede volver hacer, tiene que ver con la integración y ocupación territorial, y además es otra fuente de empleo.
Hemos visto que los grandes ganadores durante la pandemia fueron los sectores tecnológicos, Argentina no puede quedar afuera de ese proceso, existe mucha inteligencia desaprovechada, la industria del software genera más exportaciones que mucha de las de productos tradicionales.
La crisis también es una gran oportunidad para reformular el sistema educativo. El modelo vigente es antiguo, caro e ineficiente, con el agravante de que las mejores mentes emigran, es hora de desarrollar el extraordinario potencial de la educación.
Las nuevas modalidades laborales, que vienen de la mano de las nuevas tecnologías, ponen en jaque la estructura jurídica laboral existente, la búsqueda de empleo en la post pandemia requiere reformas para evitar un crecimiento exponencial del trabajo en negro, con todas las consecuencias en los sistemas de salud y de previsión social.
Los sistemas de salud están al borde del colapso, es hora de afrontar un sistema integrado, no elitista, mixto, universal que garantice el derecho a la salud .
La post pandemia traerá sin duda nuevas relaciones internacionales, disputas por mercados y nuevas guerras. Nuestro territorio es inmenso, despoblado e indefenso, no tenemos recursos militares ni siquiera para controlar la pesca pirata y depredatoria en todo el litoral marítimo. Es hora de plantearse como objetivo la reconstrucción de fuerzas armadas profesionales e integradas al sistema democrático.
Nada de esto es posible sin fortaleza institucional, y esto requiere partidos políticos fuertes, justicia independiente, un congreso que no sea un apéndice del ejecutivo y medios de comunicación diversos, competitivos y sin monopolios, y por sobre todo un apego irrestricto a las normas de la Constitución Nacional.