Por Pablo Challú | Junto a una decena de economistas del peronismo que trabajan en equipo desde hace un cuarto de siglo, Pablo Challú ha participado en la elaboración de un programa de acción para el desarrollo y la justicia social. Ex secretario de Comercio y de Competencia y Defensa del Consumidor, Challú expuso hace unas semanas sobre ese documento en el foro de Movimiento21. Compartimos la intervención completa.
Voy a comentar sintéticamente el trabajo que hemos producido un grupo de economistas del peronismo. Se trata de un documento extenso, que algunos de ustedes conocen, que incluye dos anexos, también bastante extensos, uno sobre política energética y otro sobre administración del comercio. Es un trabajo de equipo en el que trabajamos diez economistas, aunque aparece sólo con la firma de Guillermo Moreno y la mía. Sucede que varios de los que participaron tienen trabajos relacionados directa o indirectamente con el Estado y no sabíamos qué consecuencias podía tener la firma para ellos.
En lo fiscal e impositivo recibimos asesoramiento de Rafael Perelmiter, en lo monetario, de Mario Pérez Latorre. Trabajaron con nosotros Roberto Pons, Walter Romero, Beatriz Paglieri, Sebastián y Sergio Carbonetto.
En el documento se pone mucho énfasis en el acuerdo social. Somos concientes de que es un instrumento que, por los resultados que ha tenido en Argentina, existe todo el derecho del mundo a mirarlo con desconfianza. Sin embargo, el acuerdo social está en el ADN del grupo de economistas que redactamos el plan.
¿Cómo surgió este grupo? Es un equipo que tiene una historia bastante extensa. Los primeros antecedentes son de comienzos de la década del 80, cuando empezamos una serie de reuniones entre la Unión Industrial Argentina y la CGT. Por la CGT concurrían Eduardo Curia y Eduardo Setti, entre otros. Yo encabezaba el equipo de trabajo por la UIA. A partir de ahí se hace una relación muy fuerte con Curia.
Tenemos una primera experiencia de gobierno en el 89: Curia era secretario de Coordinación Económica y yo, de Comercio Interior y ahí se fue formando este equipo de economistas, que siguió funcionando durante muchos años. En la década del 90 se nos unió Guillermo Moreno; también participó de muchas de nuestras reuniones Miguel Saiegh. La idea era reunir economistas que tuvieran actuación en la parte empresarial o en la parte gremial. Uno de los últimos trabajos que hicimos en los años 2013-2014 fue preparar un plan económico para Daniel Scioli. Ya sabemos lo que pasó con Scioli, pero fue una ejercitación concreta del acuerdo social, porque ahí teníamos por un lado economistas que estaban trabajando en la CGT o en otras organizaciones obreras y otros trabajando en organizaciones empresariales. El núcleo del grupo se mantuvo. En el año 2017 publicamos un artículo con Moreno y Sergio Carbonetto viendo que el plan de cambiemos se había terminado. Después nos unimos en la comisión de economía del PJ y ahora terminamos haciendo este plan, trabajando desde hace cuatro o cinco meses.
Quiero empezar por algunas cosas que están implícitas en el plan. Primero, de qué diagnóstico partimos. Nosotros decimos que la crisis argentina, económica y social, es inédita, no sólo por su profundidad y duración, sino también porque lo típico en las crisis argentinas era que siempre había un factor preponderante donde se podía encontrar el punto neurálgico (ejemplos: el sector externo, el desborde monetario, un déficit fiscal insostenible, desequilibrio de las expectativas) mientras en esta crisis no podemos decir eso. En esta crisis se conjugan y se potencian recíprocamente todos esos factores que solían explicar por separado las crisis: hay una crisis del sector externo realmente extraordinaria, un déficit fiscal que como quiera que se lo mire puede ser de entre el 8 y el 10 por ciento (y si agregamos el déficit cuasifiscal puede ser mayor aún), un Banco Central prácticamente quebrado, unas expectativas totalmente fuera de control. Y además, problemas en el sector productivo. Quiere decir que en esta crisis se da un conjunto de causas. no hay una sola causa determinante.
La crisis fue la herencia que dejó el gobierno de Macri. Pero el gobierno actual no hizo nada para solucionarla, sólo se dedicó a operar sobre sus efectos, con lo cual ésta siguió su curso. De modo que tenemos varios factores de incidencia a los cuales se les agrega la cuarentena y las medidas sobre la economía producto de la cuarentena. Son varios factores de ataque y se necesita un plan económico para afrontar la crisis. Realmente, un esfuerzo extraordinario.
Nosotros avanzamos un poco más y decimos: toda crisis -y más una de esta profundidad- es una oportunidad, por lo tanto, un plan económico no debería contentarse solamente con administrar la crisis o tratar de salir de sus más graves consecuencias, sino que tendría que sembrar el camino para un desarrollo sustentable con justicia social.
Tenemos cinco factores a atacar más los temas de la pandemia y la cuarentena. Y necesitamos actuar en dos niveles: el primero, salir de la crisis; el segundo, ir cimentando el camino para avanzar a ese desarrollo con justicia social que es lo que todos anhelamos.
Indudablemente hay un conjunto de factores que complican la instrumentación de una política económica. Las políticas en sí tienen un sentido en su interrelación: son políticas que se van alimentando recíprocamente; si uno quisiera tomar algunas medidas y esperar para tomar otras, se perdería el efecto que se quiere lograr, que es el efecto de conjunto, el efecto de interrelación de las políticas. Pero además de eso, todo plan tiene que resolver dos exigencias fundamentales: la falta de equilibrio macroeconómico y el problema de la pandemia llevan a la recesión y a la inflación, pero al mismo tiempo la recesión y la inflación impiden que se llegue a equilibrios virtuosos tanto en el sector público como en el sector monetario, los dos puntos fundamentales a los que debe apuntar la política económica, normalización y reactivación de la economía y control de los factores inflacionarios. ¡Fíjense qué combo!
Un punto esencial aquí es lograr la reactivación. La recesión es un veneno para la situación fiscal, la reactivación generar recursos al sector público como para ir saliendo del déficit, que obviamente es prácticamente imposible de solventar. Hoy en día el 60 por ciento del gasto se está solventando con emisión monetaria.
¿Cómo se puede lograr la reactivación en estos términos? Lo primero es el punto de la normalización de la situación productiva. El plan dice: no hay opción ni se pueden contraponer salud y economía. Hay que encontrar un equilibrio entre esos dos elementos. Ese debería ser el paradigma del enfrentamiento a la pandemia: encontrar instrumentos que optimicen los dos objetivos -salud y economía-, por eso decimos que hay que salir progresivamente de la cuarentena, con prudencia pero sin miedo, estableciendo la prioridad de las actividades productivas con una planificación de la oferta para eso, porque uno no puede, por ejemplo, poner en funcionamiento un sector Industrial si previamente no ha calculado que los insumos van a estar disponibles. O si la cadena de comercialización se encuentra en condiciones para dar cuenta de esa producción.
Esto implica que hace falta una planificación de la oferta y de todo el circuito para ir reabriendo la economía progresivamente y sin pausa e ir normalizando el sistema económico.
También decimos que el comité asesor del Presidente no debería estar conformado exclusivamente por médicos, sino que debería incluir otros especialistas, entre los cuales, por supuesto, economistas. Porque se trata de preservar el bienestar material y espiritual de la población, no sólo no sólo preservarlo del coronavirus.
Me gustaría dar un ejemplo de cómo podría funcionar este plan.
Nosotros decimos que necesitamos un tipo de cambio suficientemente protector de las actividades económicas internas, teniendo en cuenta los aranceles y los reintegros a las exportaciones, y que sea también el punto de partida para el impulso a las exportaciones. Estamos diciendo que hace falta un tipo de cambio más alto. Pueden salir a objetarnos que un tipo de cambio más alto choca enseguida con el tema precios.
Y ahí aparece el rol esencial del acuerdo social: no se trata de un acuerdo que dice veamos cómo funciona el consejo económico social, se trata de un acuerdo de precios y salarios, tipo de cambio, impuestos y tarifas. Es decir, un acuerdo que actúa sobre las principales variables del sector público teniendo en cuenta la reactivación a la que se quiere llegar y teniendo en cuenta que la tasa de inflación tiene que ir bajando -paulatina pero aceleradamente- hasta llegar a un nivel de inflación muy tolerable, abajo de los dos dígitos. Lo que hace entonces el sector público es plantearse cómo se organiza desde ahí la combinación general de variables con acuerdo social.
Puede objetarse que las empresas pueden reclamar porque les están aumentando el tipo de cambio: ¿cómo hacemos para financiar eso y las demandas salariales que van a venir como consecuencia? El punto es el capital de trabajo. Las empresas tienen capacidad ociosa por demás, están apenas usando el 20 o 30% de su capacidad instalada, hay mano de obra redundante por todos lados. ¿Qué es lo que falta para poner en marcha el sistema? La demanda -que va a estar protegida por el tipo de cambio y por el tema salarial- y el capital de trabajo, que necesariamente tiene que aportar el sistema financiero. El Banco Central, decimos nosotros, tiene todos los instrumentos y el sector financiero argentino toda la capacidad para dar fuertes préstamos de capital de trabajo a mediano plazo con meses de gracia y tasa de interés cero para poner en marcha el aparato productivo.
Los empresarios van a encontrar que pueden reconstruir su rentabilidad, no por el lado de la pelea entre precios y salarios, sino por una reconstitución rápida de su actividad productiva a través de estos mecanismos. Nos pueden preguntar de dónde sacamos las divisas para financiar eso. Nosotros proponemos que se declare la emergencia del sector externo, porque las divisas tienen que ser utilizadas exactamente en la cantidad que requiera el sistema productivo para normalizarse y entrar a funcionar.
Quiero hablarles también de dos o tres medidas que se están proponiendo y tienen que ver con aspectos institucionales de la política económica, que impiden que el país pueda dar el salto y entrar en este proceso de desarrollo con justicia que deseamos.
Uno de esos puntos es la constitución del Banco Central. No hay sistema capitalista que pueda trabajar sin crédito. Si uno toma cualquier elemento de comparación Argentina es uno de los países que tienen la más baja irrigación de crédito. ¿Por qué se ha producido esto? Porque el Banco Central se ha ocupado más que nada de financiar al sector público en lugar de hacer que el sistema financiero financie a la producción y el empleo, que es de lo que debería ocuparse el Banco Central. Como el Banco Central financia el sector público y se ve obligado a emitir dinero, inmediatamente dice: no puedo tolerar que haya tanto dinero. Y entonces se endeuda con el sector privado. Esto está pasando ahora y viene funcionando desde hace más de medio siglo. Hay que romper ese maridaje y hay que romper la posición de comodidad del sistema bancario, porque para un banco es más cómodo comprar bonos del Banco Central -donde por lo general gana tasas de interés extraordinarias que atender a cincuenta mil pymes, evaluar sus balances, etc.
El Banco Central argentino está quebrado, aunque hoy aparece dando utilidades -que son ficticias porque está tomando la deuda del sector público al valor del mercado. ¡Cómo si el sector público fuera en algún momento a pagar esa deuda y por su valor nominal!
Más de la mitad de la base monetaria se encuentra en deuda de corto plazo del Banco Central con el sistema financiero. Hay que romper eso y la mejor manera de hacerlo es a través de un Bono de largo plazo para el sistema bancario. ¿Puede el sistema bancario tolerar eso? El sistema bancario es un reproductor de dinero y lo reproduce, si se quiere, gratis, porque el costo de operación bancaria no es nada en relación con la multiplicación de crédito que puede hacer el sistema bancario. Eliminado el problema de las leliq y de los pases, con ese Bono a largo plazo el Banco Central tiene buena recuperación. A través de redescuentos y de las políticas de encaje puede canalizar los créditos hacia los objetivos de los que hablamos.
Me dirán: va haber un golpe inflacionario. En todo caso será un golpe inflacionario mucho menor que si lo financiamos con emisión monetaria. El sistema financiero ha ganado plata de manera escandalosa durante estos años y está en condiciones de sostener esto. No hay manera de acumular sostenidamente si no tenemos crédito a tasas razonables por eso es esencial atacar el maridaje entre el sistema financiero y el Banco Central. Las políticas tendientes a romper ese maridaje son esenciales para que el país se ponga en movimiento. Una de las medidas que estamos proponiendo es que el directorio del Banco Central tenga representantes del sector obrero, de la producción y de las provincias, de tal manera que haya allí un núcleo esencial por dónde tiene que pasar la reactivación y el crecimiento de la Argentina.
Estamos proponiendo el nuevo pacto fiscal, que atiende también el control del déficit y mira la promoción de las economías regionales, con un plan de inversiones que se dirija a esas economías regionales eliminando con el tiempo las diferencias de productividad entre ellas y la Pampa húmeda.
También estamos proponiendo un segundo congreso de la productividad, que en la parte operativa está pensado para que haya comisiones por sector industrial y del agro. Esas comisiones, que funcionan sobre ejes sectoriales, deben tener un objetivo preciso, de manera de lograr la reconversión de los sectores que hoy no pueden integrarse a la economía internacional sin darles una protección especial.
La idea es que la protección adicional que el Estado les da a esos sectores no es gratis y que lo que tiene que haber allí es un esfuerzo de inversión y de ocupación de mano de obra; y, en el tiempo, una gradual salida de los elementos extraordinarios de protección que esos sectores requieren para poder adaptarse a la competencia internacional. Los privilegios de la protección sectorial tienen que irse. A través de la inversión y del aumento de la productividad tienen que ir desapareciendo con el tiempo.
Nuestro objetivo es pobreza cero y pleno empleo; nosotros no creemos que la solución a los problemas sociales en Argentina sea el asistencialismo, sino un proceso que produzca un vigoroso crecimiento económico dentro de los que proponemos como un equilibrio general y una acumulación de capital.
Por ejemplo, que en la ley de patentes haya una cláusula de producción local es muy importante. En el mundo,a las empresas que quieren tener una patente, un derecho por la innovación, la mayoría de los países que tienen industrias les exigen les exigen que sea producido localmente. Cuando uno mira el complejo de las actividades económicas, Argentina es un tomador de tecnología, tiene espacios muy pequeños donde puede ser líder en innovación tecnológica. Por eso la cláusula de producción local sería una medida muy importante como inseminador de actividad tecnológica.
¿Es factible que las fuerzas empresarias, gremiales y de representación de las fuerzas productivas acuerden políticas de este tipo? Yo diría que sí. Lo tiene que convocar el gobierno. Y el gobierno debe saber lo que quiere, tiene que tener los planes, porque no es cuestión de llamar a las fuerzas productivas para discutir en general, como si se tratara de una asamblea. El Estado tiene que tener los planes, tiene que tener sus objetivos y tiene que ofrecer algo, además. Porque para pedir un acuerdo de precios y salarios tendrá que poner cosas sobre la mesa; por ejemplo, los impuestos y las tarifas. Por eso se requiere una coherencia global del plan.
Para el acuerdo social no se trata sólo de tener la voluntad de convocarlo, sino de tener las políticas que el acuerdo social tiene que cumplir. El acuerdo social, si bien es la expresión de la comunidad organizada, en realidad es un instrumento que sirve para morigerar las expectativas y dar un horizonte de certeza para que todo el mundo pueda converger hacia allí. Para eso hace falta política.
Ahora bien, este gobierno no ha hecho nada en este sentido y alguna de las cosas que hace van a contramano. Por ejemplo, se anunció un plan de inversiones públicas para salir de la pandemia con ese reactivante. Pero, ¿de dónde van a sacar el dinero para hacer un plan de inversión pública si ya al día de hoy el 60 por ciento del gasto está financiado con emisión?
La reactivación tiene que aparecer por el sector privado. No hay ninguna otra posibilidad. Y al sector privado hay que ordenarlo y ponerlo en marcha de acuerdo a un plan global. Estamos muy lejos de eso.
Otro ejemplo de esa marcha a contramano: el caso Vicentín afectó las expectativas en momentos en que lo que se necesita es ordenarla y estimularlas bien. Este es un desorden de expectativas.
Con las cosas que hoy manifiesta el gobierno es imposible salir de la crisis. Yo tengo mis dudas sobre que con este equipo se pueda salir de la crisis. No tenemos suficiente equipo, no tenemos claridad y algunas de las cosas que están haciendo son todo lo contrario de lo que se requiere para salir de la crisis.