Por Gonzalo Javier Aincioa *| Desde su frase provocativa, y en cierta medida disruptiva, Ortega y Gasset nos interpela en un tono de exigencia, casi de reclamo, a nosotros, los jóvenes del siglo XXI.
“Jóvenes, haced política porque si no la hacéis se hará igual y muy posiblemente en vuestra contra”. Nos incomoda, nos molesta, nos despierta de un letargo del cual provenimos y al que hemos decidido ponerle fin. En esta hora nuestro país requiere de algo mayor, de un motor de cambio que impulse las transformaciones necesarias para salir adelante, y de la mano de la juventud es de donde va a nacer ese cambio.
Porque el que aprende y aprende y nunca práctica lo que aprende, es como el que ara y ara y nunca siembra, y nosotros venimos a sembrar al campo de la política nacional. La primera semilla que debemos diseminar es la del involucramiento con la sociedad, surgiendo de la incapacidad de los partidos tradicionales de dar respuesta a la problemáticas y demandas que plantean los ciudadanos.
Desde la juventud debemos entender a la política no como un fin en sí mismo para llegar al poder y ejercer un cargo, sinó que corresponde concebirla como una herramienta para cambiar a la sociedad. Siempre desde la posición en que nos toque y para los que menos tienen, teniendo como fin último alcanzar la justicia social.
En el camino habrá quienes nos tratarán de locos por querer entrometernos en temas que según ellos no nos corresponden, por nuestra calidad de jóvenes o quizás, meros estudiantes universitarios. También habrá aquellos que quieran disuadirnos, ¿Acaso la política no está manchada por la corrupción, mala gestión y mediocridad? ¿Por qué involucrarnos? Quizás ahora, más que nunca, cuando la palabra “política” se encuentra fuertemente definida por su sentido más peyorativo, es cuando debemos devolver la transparencia y honradez al ejercicio de la misma.
Porque nuestro deber es ser inquietos, para mantener las cosas en movimiento. Críticos para elaborar un pensamiento propio. Desafiantes para no aceptar verdades sin cuestionarlas como tales. Como jóvenes debemos predicar con el ejemplo, recurriendo al diálogo y a la discusión para la formación de consensos, como así también mediante la crítica constructiva para lograr los cambios necesarios en los tiempos venideros.
La política es un asunto de índole moral, porque está construido sobre los principios, valores e ideas, ignorarla o restarle importancia significaría perder la oportunidad para trabajar en el bien común. Nuestro compromiso con la sociedad debe edificarse bajo estos conceptos y bajo ningún punto de vista abandonarlos, pero siempre dispuestos a repensarlos.
A lo largo de la historia las generaciones de jóvenes que forjaron un antes y un después son aquellas que lograron quiebres, es decir animarse a repensar la realidad desde otro punto de vista, poniendo en crisis el status quo de la política.
La mística de la sana rebeldía debe apoderarse de la juventud e involucrarse ocupando cada espacio de decisión, siempre teniendo siempre la mirada en el futuro y los oídos en el territorio.
*Consejero Superior Claustro estudiantil / Presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Economía y Negocios – Universidad Nacional de San Martín.