Por Lelio Mármora * | “El problema migratorio”, “la crisis de las migraciones”, son cuestiones que han ido apareciendo en el mundo, en los últimos años como algo que supuestamente afectaría la seguridad de los países receptores de migrantes y que se debería resolver.
El movimiento de personas, que acompañó toda la historia de la humanidad, se ha vuelto cada vez más cuestionable para sectores de sociedades que, paradójicamente, estuvieron marcadas por los mismos en los últimos siglos. En 1945 más de 40 millones de europeos buscaban refugio.
El racismo y la xenofobia que parecían sepultados luego de los horrores de la segunda guerra mundial, han reaparecido con cada vez más fuerza en las democracias desarrolladas del norte. La extrema derecha ya tiene un peso suficiente como para nutrir el clientelismo de los partidos políticos. Sus votos son decisivos para introducir el fantasma del “peligro migratorio” en las plataformas electorales oportunistas.
En el marco de esta realidad, el “comunitarismo cerrado” ha ido avanzando en nombre de defensa de la seguridad nacional, social, étnica o religiosa, y transformando a la movilidad humana en una “amenaza” frente a la cual hay que reforzar todas las defensas disponibles. (De Lucas, 2015)
Como señala Zygmunt Bauman: “La securitización es un truco de prestidigitador, calculado para ser solo eso; consiste en desplazar la preocupación ciudadana de problemas que los gobiernos son incapaces de manejar (o que no están dispuestos ni siquiera a intentar manejar) hacia otros problemas en los que sí sea visible su compromiso y la efectividad (ocasional) de su gestión”. (Bauman, 2016)
Esta posición no solo se ha instalado en el viejo continente, tradicional origen de migraciones hacia todo el mundo, sino también en países como los EE.UU., conformados por las sucesivas corrientes humanas que contribuyeron a su desarrollo económico y cultural. La reacción de una parte de la población afectada por los resultados de una globalización económica cada vez más excluyente, (Sassen, 2015) se plasmó en la elección de un presidente que hizo de la xenofobia su principal bandera.
Frente a este panorama, cada vez más asentado en los países desarrollados del norte, la cuestión es cuál es la posición de América del Sur, en función de su propia historia y características culturales.
Las últimas dos décadas presentan un perfil de políticas públicas de migraciones en América del Sur, caracterizado básicamente por el respeto de los derechos humanos de los migrantes, con una mayor libre circulación en espacios regionales y un concepto de “ciudadanía ampliada” que abarca a los nacionales en el exterior. (Mármora, 2010).
El migrante como actor social, y la sociedad como estructura dinámica que se transforma permanentemente aceptando los aportes de todos los que conviven en su espacio.
Es en este reconocimiento, que implica también el desarrollo pleno de la autonomía de cada persona dentro de la sociedad receptora, el que permite ir más allá de una adquisición de derechos, y ubicar al migrante como “actor social” con capacidad de transformación de la sociedad en que habita.
La revalorización de su contribución a la construcción colectiva de la sociedad de acogida y a los procesos de integración entre diferentes naciones, permiten ampliar la perspectiva de sujeto de derecho a actor social proactivo.
“No se trata solo de estar con los otros, se trata de estar entre los otros” (Subiratis, J, Alfama, E; Obadors, A, 2009).
Es esta posibilidad una de las cuestiones básicas que permiten pasar del ejercicio de los derechos humanos a la construcción del desarrollo humano.
Hay diversos elementos que pueden contribuir a la explicación de esta perspectiva regional.
En primer lugar, para varios países de la región la inmigración no es algo externo, sino un componente intrínseco de las conciencias colectivas nacionales.
A la inversa de la tesis mantenida por Huntington sobre la construcción de la sociedad de los Estados Unidos de Norteamérica, formada inicialmente por colonos portadores del credo “anglo protestante”, a la que luego llegaron los inmigrantes “como el condimento que se agrega a la sopa” (Huntington, S, 2004); en el caso de algunos de los países estudiados -especialmente el Cono Sur- las migraciones constituyen un elemento constitutivo de la nacionalidad.
Otra cuestión que incide en las políticas migratorias actuales es la de gran parte de los países mencionados pasaron por dictaduras militares que gobernaron basadas en la “doctrina de Seguridad Nacional”. En esta doctrina el inmigrante se transformó en un permanente sospechoso “subversivo”.
El retorno a la democracia determinó una revalorización de los derechos humanos de todas las minorías, incluidos los migrantes, y un rechazo a cualquier tipo de interpretación que vinculaba “seguridad” con migraciones.
También ha tenido incidencia en las actuales políticas el hecho de que países tradicionalmente receptores de inmigrantes tales como Argentina, Brasil y Venezuela, se hayan trasformado en las últimas décadas en países de emigración.
Este hecho, ha modificado las políticas de gobiernos que solo se concebían como receptores de inmigrantes, incluyendo atención al nacional en el exterior.
Por último, el avance en los procesos de integración regional (Comunidad Andina, MERCOSUR y UNASUR) conforma espacios donde la libre movilidad de las personas se convierte en el factor social más importante de estos procesos.
BIBLIOGRAFÍA
• Bauman, Z, 2016, Extraños llamando a la puerta, Paidós, Bs. As.
• De Lucas,J,2015, Mediterráneo: el naufragio de Europa, Tirant Humanidades, Valencia.
• Huntington,S, 2004, ¿Quiénes somos? Los desafíos de la identidad nacional estadounidense, Paidós, Buenos Aires.
• Mármora, L, 2010, “Modelos de gobernabilidad migratoria. La perspectiva política en América del Sur”, en Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana, REMHU Año XVIII, N° 35, Brasilia.
• Sassen, S, 2015, Expulsiones, brutalidad y complejidad en la economía global, Katz Editores, Bs. As.
• Subirats, J ; Algma, E ; Obradors, A; 2009, “Ciudadanía e inclusión social frente a las inseguridades contemporáneas” en Seguridade Social, Cidadania e Saúde, Cebes (Centro Brasileiro de Estudios de Saáude), Rio de Janeiro.
*Director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo (UNTREF)