Por Eduardo Mondino | El texto siguiente resume la exposición que el 21/07, en el ciclo de encuentros virtuales organizado por Movimiento 21, ofreció Eduardo Mondino -ex secretario de Acción Social, ex Defensor del Pueblo- sobre la campaña nacional con la que el país enfrentó la epidemia de cólera sufrida durante el período 1991-1992. Además de la intervención de Mondino se recogen comentarios de varios participantes y se incluyen reflexiones de algunos de ellos sobre las políticas públicas frente a los grandes desafíos.
La idea de esta charla es transmitir, en estos tiempos de pandemia, la experiencia de los años ‘92 y ‘93, cuando Argentina sufrió la epidemia de cólera (esa no era una pandemia). Fue un momento difícil para el país y cuento un poco cómo se armó el plan para afrontarla.
Básicamente en el año ‘91 Argentina no había tenido ningún caso. Ya se había desatado en Perú un fuerte brote, que en el año ‘91 había tenido 350.000 casos y 10.000 muertes. Caso parecido tenía Brasil, pero también y hacia finales del ‘91 habían comenzado los primeros casos en Bolivia, incluso en localidades muy cercanas a la Argentina. Aproximadamente a fines de noviembre el ministro cambia. En este momento el ministro era Avelino Porto, que no le había prestado mayor atención al tema del cólera ni había programado medidas. Menem nombra entonces a Chiche Aráoz, como ministro de Salud y Acción Social. Aráoz me convoca para hacerme cargo de la secretaría de Acción Social y lo designa a (Alberto José) Mazza como secretario de Salud.
Enterados de los primeros casos, se convoca a varios epidemiólogos (recuerdo, por ejemplo, a un tucumano Miroli, que después tuvo mucha participación en las campañas del SIDA). A fines del año ‘91 los investigadores presentan un informe en el que dicen que sería muy extraño que en el norte de la Argentina no se produjeran casos, sobre todo en cuatro provincias que señalaban como problemática (Salta, Jujuy, Formosa y Chaco).
El cólera es una infección intestinal en la que un porcentaje muy alto de los afectados son asintomáticos, portadores sanos; el mal se contagia a través de alimentos y del contacto con superficies, especialmente a través del agua potable o el agua de río. Esto es especialmente delicado en una zona de la Argentina donde comunidades de pueblos originarios y poblaciones sumergidas en una gran pobreza estructural, que se proveían de agua de pequeños afluentes del Bermejo y el Pilcomayo.
Se le trasladó este informe al Presidente. Habrá diferentes opiniones sobre Menem pero nadie puede negar que era un hombre de decisión. Automáticamente, a los 15 días, el 16 de enero, él dictó el decreto de la emergencia y creó el Comité de Emergencia contra el Cólera, puso al frente a Araoz y se designó en el comité un representante por ministerio.
Menem pidió simultáneamente un plan estratégico para afrontar la emergencia.
Nuestro ministerio arma un comité de emergencia interno, en el que la cuestión sanitaria queda en manos de Mazza y la logística queda bajo responsabilidad de mi secretaría.
Lo primero que hicimos fue recorrer las cuatro provincias. Mazza quería saber cuáles eran los recursos humanos con qué se podía contar en esas provincias si se desataba la epidemia. Eso era tan importante como contar con la infraestructura, porque con el cólera, cuando se desarrolla la infección, si una persona con bajas defensas no es inyectada en 12 horas con suero y antivirósico, se produce la muerte. Es fulminante. Se necesita una acción muy rápida. Para eso hay que contar con recurso humano capaz de ubicar la vena y canalizar; y tienen que estar los sueros, los antibióticos, tiene que estar la infraestructura.
Recorrimos las provincias. Prácticamente en marzo toda la logística estaba en su lugar, lo mismo que los medicamentos. También logramos proveernos de alimentos, porque había comunidades que requerían alguna alimentación para la que a veces los proveedores que tenía el ministerio de Salud no estaban preparados. Hubo que buscar proveedores en la zona y hubo que decidir una partida para estas compras, porque Porto no había previsto partidas presupuestarias para enfrentar el cólera. El ministerio de Economía creó una partida de emergencia. El ejército designó a un coronel y aportó toda la logística, inclusive una perforadora para aquellos lugares en los que era imprescindible hacer pozos nuevos para buscar agua potable; puso también a disposición los servicios de enfermería (que el ejército también tiene), con lo cual cuando apareció el primer caso a mediados de marzo, en Santa Victoria Este, en 48 horas alzamos el primer campamento, de inmediato instalamos otros en comunidades donde empezaron a aparecer casos. El Hospital de Santa Victoria Este, y los campamentos sanitarios en Salvador Maza, Tartagal, Pichanal, El Sauzal; llevábamos personal que sumamos al personal local. Se armaron los hospitales de campaña y en otros usamos la infraestructura que había (caso de Santa Victoria Este y Tartagal).
Se dijo en esos días que hubo un problema con los médicos en la provincia de Salta. En realidad se trataba de un problema que tenía el gobierno provincial con ellos: hacía 4 meses que el gobernador Ulloa no les pagaba los sueldos.
Las muertes llegaron a 34 originadas en parajes muy alejados, donde no se llegó a tiempo para hacer los traslados (reitero que el cólera requiere actuar muy velozmente).
En un comparativo de la región, Argentina tuvo una epidemia con menos registro de casos y menor cantidad de muertes. Perú, por ejemplo, tuvo 320,000 casos y más de 3000 muertes, Bolivia tuvo 20,000 casos, Brasil tuvo muchísimos también. Creo que nuestra ventaja fue tener una conducción centralizada.
En el año ‘92, cuando estábamos un poco más tranquilos ocurre un hecho que no estaba previsto: Formosa soporta una gran inundación. En Clorinda hay que evacuar 8000 personas porque un riachuelo que se llama río Porteño, un desprendimiento del sistema Pilcomayo Bermejo que pasa por medio de la ciudad, desborda (ese fue un año complicado en materia de inundaciones).
Fue una situación muy demandante porque teníamos el cólera atrás. Había que preservar 8000 personas que ubicamos en carpas, a las que había que alimentar además de cuidar desde el punto de vista sanitario. Los evacuados además llegaban con las enfermedades que tenían previamente: había diabéticos, personas con alta presión, en fin, no se trataba sólo de resolver la situación de emergencia sino también de contemplar otras necesidades. Había que tomar decisiones, porque esa tarea requería infraestructura, organización, recursos humanos; había que tomar medidas rápidas sobre el terreno.
Sirvió de mucho haber tenido preparado el comité de emergencia del cólera. Pudimos salir de la situación de Clorinda sin que la epidemia ingresara en los campamentos de evacuados (algo que nos preocupaba mucho). También en este caso fue muy importante el papel del ejército, que otra vez designó a un coronel a cargo del despliegue de sus capacidades.
El gobierno de Formosa (en ese momento el gobernador era Vicente Joga) también hizo un aporte importante: trasladó mucho personal de importancia desde la capital provincial hasta Clorinda.
Cuento una experiencia personal: habíamos dejado Santa Victoria Este y estábamos en Clorinda. Era el mes de junio y hacía frío. Demorábamos en conseguir provisión de ropa y alimentación. Allí hay un paso -el Paso de Falcón- con una delegación de Aduana. Alguien de entre la gente de Clorinda me dice: “Esta aduana tiene material retenido desde hace 10 años o más. Allí adentro hay de todo”. Le pedí al personal de la aduana que me mostrara lo que había. Efectivamente había mucho y todo estaba atado a procesos extinguidos en el tiempo. Se requería acción judicial, a menos que hubiera una verdadera emergencia. Hablé con el ministro y él habló con el Presidente. La respuesta de Menem fue contundente: “Hagan lo que haya que hacer y yo después resuelvo legalmente el tema con un decreto basado en la emergencia”. De modo que procedí: dejamos de lado todo lo que era tabaco y alcohol y todo lo demás sirvió: ropa, alimentos… A los dos días de iniciar la acción, el decreto ya había sido publicado. Lo destaco porque es un ejemplo de cómo se conduce ante situaciones de emergencia.
Digo esto porque a veces nos pasan las cosas que vemos ahora, con falta de decisiones. Hubo que comprar a veces mercadería por fuera de los canales normales. Lo hicimos. Nunca tuvimos una observación. Con estos temas no se podía joder, como decimos los peronistas. Este era un tema que tenía que ver con la salud y con la comida de los de los más humildes.
El gobierno nacional y las provincias seguían funcionando en todos los terrenos. Menem no se la pasaba hablando del cólera. Teníamos un equipo de comunicación que se había formado para este tema, donde estaban Jacinto Gaibur, Carlitos Campolongo, también trabajaba Martín Oyuela y nos proporcionaba estudios Hugo Haime. Se fue elaborando un mensaje que se fue traduciendo en campaña. Tuvimos reuniones con la provincia de Buenos Aires. La instrucción de Menem era: que no nos llegue el cólera al conurbano bonaerense. Un mandato, prácticamente. Y muy comprensible por la implicancia que podía tener la dimensión de una epidemia de estas características en la zona más densamente poblada y más sensible del país. Por lo cual también ahí se armó todo un diseño en los hospitales bonaerenses.
Pero cuando creíamos que todo estaba más o menos controlado, en el año ‘93, al principio del año, se da un rebrote, especialmente en Jujuy, que no entendíamos mucho por qué se producía. De golpe, en las primeras dos semanas de enero nos encontramos con 6 muertos. Veníamos de haber tenido 15 durante todo el año 92, un año que incluyó la situación de Formosa con Clorinda y los 8000 evacuados (en condiciones de las cuales no hace falta que explique mucho).
Nos encontramos además con que los brotes se daban en lugares muy cercanos a las ciudades capitales: en Jujuy, en del Carmen, que está muy pegado a la capital y en Salta también, lugares muy pegados: Cerrillos, General Güemes.
Sobre el terreno nos damos cuenta de que había un tema clave, las plantaciones de tabaco y las condiciones en que vivían los trabajadores, que parecían extraídas de las estampas de esclavitud del siglo XIX: chicos trabajando en condiciones horrorosas, bebiendo agua de la acequia… Venían desde Bolivia, cruzaban la frontera tratando de que no los descubrieran, a los chicos los trasladaban tapados bajo lonas y después, bajo el tabaco. Nos comunicamos con el ministro de Trabajo, que en ese momento era Enrique Rodríguez, que poco antes había reemplazado a Rodolfo el Chango Díaz. Y nos tocó inclusive clausurar establecimientos, único mecanismo hasta que lo pusieran en condiciones. Bueno, obviamente eso se repitió también en Salta, en lugares muy parecidos. De ese modo, el brote del año ‘93 llega a 2000 casos. En todo el año ‘93 los fallecimientos no llegaron a 30 y en todos los casos se trató de persona que por vivir en parajes muy alejados no sé alcanzaba a trasladarlos a la velocidad que el cólera requiere. Una persona con esa bacteria se deshidrata 12 horas si no se inyecta adecuadamente.
Sin embargo, Argentina fue el país de la región con menos registro de casos y menor cantidad de muertes frente a esa epidemia. Lo que yo planteo es que aquí hubo una conducción firme y un equipo de trabajo con funciones bien distribuidas, una estrategia clara y un plan claro para desarrollarla, donde se privilegió que antes de poner en marcha cualquier establecimiento se previera el recurso humano. Porque vemos que a veces -como ocurre ante la actual pandemia- se arman grandes estructuras con camas para dejar gente y uno se pregunta con qué recurso humano se van a utilizar.
En una epidemia -o una pandemia- cuando el Estado toma a su cargo a una persona se tiene que hacer cargo completamente, no es solamente la cuestión de salud. Es todo lo que va desde la comida al medicamento. El que está infectado o contagiado no llega con el bolsito y todo listo: hay que tener la infraestructura para proveer todos los elementos.
Bueno, quise transmitir el concepto de lo que fue una experiencia de años con una epidemia, en la que salimos bastante bien parados: el gobierno siguió funcionando, en aquellos establecimiento donde se decidió una intervención se trató de que durase el menos tiempo posible, de modo que tan pronto adecuaron sus instalaciones y sus prácticas, con los controles del propio ministerio de Trabajo, los habilitamos. En algunos lugares tuvimos algunos conflictos lógicos, pero siempre el Presidente tenía la información y él era quien marcaba la línea sobre lo que había que priorizar en cualquier decisión que se tomara sobre el terreno.
Había un equipo que trabajaba y una conducción absolutamente clara que no tenía doble mensaje. Ni uno tenía que andar dudando de las decisiones que tomaba, porque se sentía respaldado.
Lo que vemos hoy es que no hay un plan, se toman decisiones de ida y retrocesos, se actúa improvisadamente. La cuestión de la conducción, la cuestión política, la línea que el funcionario tiene cuando va a tomar una decisión es elemental para abordar una cuestión de emergencia. No se puede abordar una cuestión de emergencia cuando el funcionario siente que atrás tiene una autoridad, un jefe, que no va a respaldar las decisiones que tome. Eso es muy difícil para cualquiera.
Nuestra experiencia fue de trabajo en equipo, una cuestión interdisciplinaria: participaba el Ejército y participaba el ministerio de Economía -Cavallo colaboró y no puso nunca un obstáculo que impidiera asumir el gran gasto que demandaba la campaña; valía la opinión de Salud, valía la opinión de la logística; valía la opinión de Asistencia Social; valía la opinión de los actores locales.
PASCUAL ALBANESE: Escuché, diría con nostalgia la narración de Eduardo, porque en esos años yo me desempeñaba como subsecretario de Comunicación Social de la Presidencia y obviamente estábamos muy involucrados. Todo lo que Eduardo nos describió lo puedo ratificar en un 100 por ciento porque también lo viví, aunque de otro costado. Creo que viene a cuento recordar que todo lo que se hizo en ese momento -lo que ellos hicieron en ese momento, sobre todo en las cuatro provincias involucradas- se hizo cuando no existía Internet ni estaba desarrollada la telefonía celular. Todo este gigantesco operativo se desarrolló en condiciones tecnológicas infinitamente más pobres que las actuales. Digo esto porque al hacer la comparación esa diferencia tecnológica realza el trabajo realizado en aquel momento.
Recuerdo que a mí me costaba todo un esfuerzo enterarme de lo que ocurría en el terreno, a mil quinientos kilómetros de distancia.
MONDINO: Gracias, Pascual. Esa parte me la había olvidado. Efectivamente, lo único móvil que funcionaba eran aquellos enormes aparatos que, por otra parte, sólo existían en Buenos Aires. Allá, en el terreno, lo único que funcionaba eran los sistemas de radio frecuencia que tenían el ejército y la policía. Había un aparato de teléfono en el hospital de Tartagal y otro en el hospital de Santa Victoria Este. Ni hablar de lo que había en parajes más pequeños: nada.
PASCUAL ALBANESE: Otra cosa que recuerdo y que Eduardo mencionó al pasar: Para el gobierno, y para Menem en particular, era un peligro pavoroso que la pandemia entrara al conurbano. Todo lo que sucediera en la Argentina por supuesto que era grave, pero lo gravísimo era que el cólera se extendiera al conurbano. Recuerdo perfectamente una enorme campaña de información educativa que se desarrolló por los medios de comunicación. En esa época -acuérdense- el cable no existía o era escasamente significativo, de modo que se hizo la campaña por los canales de aire. Era una campaña de saturación con consejos a la población sobre la prevención de la salud, que desarrolló sobre todo el equipo del ministerio de Salud, donde estaban Gaibur, Oyuela, Carlos Campolongo y un gran amigo recientemente fallecido, Víctor Lapegna. Ese equipo trabajaba con el grupo nuestro de Presidencia. Y se dio una circunstancia curiosa. Fue tan eficaz la campaña en el conurbano en cuanto al uso de los elementos de higiene que por supuesto no hubo cólera, pero además desapareció o bajó muy marcadamente la diarrea estival en el conurbano bonaerense esos dos años, porque las medidas de prevención que servían para una cosa servían para las otras.
MONDINO: Sí, se me habían pasado algunas cosas como el tema de la comunicación y si, en la provincia recuerdo haber tenido charlas con el ministro de salud provincial, que en ese momento era Pampuro. Por cierto, había gran temor de que el cólera llegara al conurbano. Y efectivamente la campaña de difusión fue central para entender el tema, más allá de la contención que hacíamos en el Norte tratando de que la epidemia no bajara en el territorio hacia el Sur.
EDUARDO ROLLANO: Lo que destaca tu exposición es un instrumento esencial para encarar situaciones de este tipo, que es la autoridad política. Con Menem nadie de nosotros puede dudar de la autoridad que tenía y de las cosas que era capaz de hacer. Iba para adelante y no se ataba a las formalidades: primero hacía y después le encuadraba legalmente. Es claro que a veces se iba de mambo: un día tomó una una grúa y demolió personalmente la primera pared de Puerto Madero, sin decretos ni nada todavía.
Tiene que ver con la autoridad que hoy no encontramos en este presidente, con las contradicciones internas que tiene, las idas y vueltas. Con una oposición que me imagino que en aquel momento, debido a la misma autoridad que tenían Menem, hasta debía aportar para la solución de la epidemia.
Me parece que está muy bien encarado el tema de parte tuya, Eduardo, al hablar sobre la comparación entre las dos experiencias, y subrayar que todo es un tema de la autoridad de quien conduce.
MONDINO: Estas situaciones hay que abordarlas de manera integral, con una autoridad firme. No hay forma de abordarlo de otra manera. Y en estos días la están abordando mal. Cuando yo estaba en Salta y tenía que comprar provisiones de urgencia porque el sistema de provisiones del ministerio no podía abastecernos, si alguien me decía que lo que había comprado no lo iban a pagar, yo me tomaba el primer avión y me volvía, porque hubiera significado desautorizarme y así no se puede trabajar. Aquí le hacen esas cosas a un ministro… y obviamente lo desgastan en su autoridad.
OSCAR LAMBERTO: Antes de encontrarme con ustedes escuchaba en la radio la posición de los curas villeros, que criticaban con mucha fuerza el manejo de la pandemia en la provincia de Buenos Aires. Decían que todo es verso, que no hay acción eficiente, ni control ni aporte de los elementos básicos para la vida.
PASCUAL ALBANESE: En relación con eso que Oscar escuchó de los curas villeros, hay muchos compañeros que trabajan en organizaciones no gubernamentales en el conurbano que vienen diciendo lo mal que está trabajando el Estado allí, tanto el Estado nacional como el provincial y el municipal. Sobre todo en las villas y en los barrios humildes del conurbano. Probablemente si existiera una estructura como la que tuvieron las manzaneras, en el conurbano la situación social actual se estaría conteniendo con más eficiencia que la que muestra el estado argentino en estas circunstancias. Porque a través de ellas había una capilaridad social entre las barriadas humildes y el estado, que ahora parece haberse cortado. Hoy para el Estado resulta incomprensible el mundo de la ultrapobreza.
MONDINO: Lo que pasa es que en aquel momento todavía había una fuerte presencia también en esos sectores del peronismo con toda su estructura de cuadros. Y el movimiento obrero. Hoy ese rol de intermediación lo han tomado los movimientos sociales y no tiene la misma interacción.
COLERA, AFTOSA Y POLITICAS PUBLICAS
GUILLERMO SCHWEINHEIM: Una pregunta, Eduardo: ¿hay algún estudio de caso, que vos conozcas, que se haya realizado sobre la política pública ante el cólera? Porque la verdad es que como caso de estudio debería ser muy interesante.
MONDINO: Recuerdo un estudio de la Organización Panamericana de la Salud sobre la epidemia de cólera en la región, en el que se destaca el papel de Argentina en esta materia apoyándose en los números comparativos que yo daba antes.
PASCUAL ALBANESE: Me entrometo de nuevo… Creo que un motivo de la pregunta de Guillermo es que él mismo es coautor de un estudio muy interesante sobre las políticas públicas destinadas a la erradicación de la aftosa en Argentina, que fue también un episodio de aquellos tiempos. En cuanto al informe de la organización Panamericana de la Salud, sospecho que tiene que ver con la política de salud en general en la región, pero la información que vos has manejado sobre la organización interna, la direccionalidad de la respuesta, la participación del conjunto los organismos del Estado frente al asunto no sé hasta qué punto puede estar contemplado en un estudio centrado en lo sanitario. Me parece que Guillermo estaba pensando en el proceso que vos describiste, por cuanto a puede ser caracterizado como un ejemplo de política pública, más allá de su costado sanitario.
MONDINO: Entiendo la diferenciación. Miren, hubo dos conceptos que no se tomaron en cuenta en aquella campaña: primero, no era sólo un tema sanitario; segundo, nunca se lo planteó como una cuestión de guerra. No había enemigo visible, por lo tanto no tenía sentido hablar de guerra. Tampoco era sólo un tema sanitario, porque en realidad lo que lo sanitario era un resultado final: alguien adquiría la bacteria por condiciones de falta de agua potable y por la situación en la que vivía. Lo sanitario era el último paso: cómo solucionar al enfermo. Nosotros tomamos la epidemia como un hecho integral.
GUILLERMO SCHWEINHEIM: Agradezco el recuerdo que hizo Pascual sobre ese libro que hice hace muchos años, sobre el caso de la erradicación de la aftosa, que me convirtió en amigo de Bernardo Cané. Bernardo decía algunas cosas que quiero destacar en función de lo que hemos conversado.
La primera es que la verdadera innovación del proyecto de la aftosa fue su ingeniería social, porque movilizamos muchísimas fuerzas sociales 350 grupos, 24 direcciones de ganadería provinciales, no sé qué cantidad de laboratorios de testeo para eventuales situaciones de brotes, 15 laboratorios que producían la vacuna (no uno solo, que ahora es Biogénesis). Fue la ingeniería social lo que nos permitió la erradicación. La política fue la construcción de una ingeniería social. Lo segundo que quiero destacar -que Bernardo siempre mencionaba- es la línea de apoyo que iba de Menem a Cavallo ( o del propio Bernardo con Menem) 0 de Cavallo a él (puenteando a Solá, que siempre quería subirse al escenario). El apoyo político de Menem más la ingeniería social construida era, para él, tanto o más importante que haber dado con una vacuna. Y nunca dejar de lado los tiempos económicos de cada zona, porque la campaña de vacunación no podía hacerse paralizando la actividad de los productores. Señalo todo esto porque efectivamente una política pública no puede ser exitosa sin ingeniería social o sin autoridad política. Y destaco las similitudes con el caso que vos, Eduardo, viviste y nos expusiste.